
Casi todos los países de la Eurozona que han necesitado algún tipo de rescate coinciden en tener una deuda externa de las más elevadas del mundo en relación a su PIB. Esta realidad condicionará su economía de la próxima década y la cuestión es donde situarse mejor de cara a esta situación.
Empecemos por la economía sencilla; enseguida entramos en el tema. Hace unas semanas el supermercado de mi barrio puso una oferta de productos frescos con el 15% de descuento los fines de semana. Me alegré porque me gusta mucho el atún rojo y aquel sábado lo pude comprar a buen precio. Sin embargo, aunque la promoción duró varias semanas, aquel día fue el último que pude añadir atún a la cesta de la compra del fin de semana. Está claro que tengo muchos vecinos con gustos parecidos a los míos, y sobre todo, deseosos de adquirir pescado barato.
Algo parecido ha pasado con España. También se ha puesto de oferta y la consecuencia ha sido el aumento de sus ventas al exterior. Esto ha sido posible gracias a que los costes laborales unitarios han caído un 8% entre 2009 y 2013 mientras que en la Eurozona sólo un 1%. De esta manera ha sido posible que los precios de los productos españoles hayan caído más del doble que en Europa, hasta un 2.3% desde diciembre de 2009 a 2014. La consecuencia ha sido que la aportación de las exportaciones netas al PIB ha aumentado en un 10%. Es decir que sin este efecto la caída del PIB en este periodo en lugar de ser un 8% habría sido del 18%, una enorme depresión comparable a la que ha sufrido Grecia y similar a la Gran Depresión del 29.
Todo esto es muy relevante para la deuda externa porque las exportaciones son el origen de su repago.