
Déficit estructural: el cáncer a erradicar
La deuda de los países desarrollados pasó de suponer un 19% sobre su PIB en 1970 a un 67% en 2013. El principal causante de este problema es el déficit estructural. Países como EE.UU, conscientes de la trascendencia de este problema, han intentado poner remedio, pero una vez y otra las medidas acaban en papel mojado. Sin embargo, es capital que lo consiga si queremos que el mundo que hoy conocemos no cambie drásticamente. Pero no es una tarea fácil porque el coste económico y político es muy alto y por ahora nadie ha querido asumirlo. Y esto que decimos para EE.UU podríamos aplicarlo también para otros tantos países.
Este es un tema fundamental para la economía mundial a resolver en el medio y largo plazo. Por eso es lógico que cada cierto tiempo resurja en los titulares de informes de analistas, de prensa económica y generalista.
En este post intentaré explicar estos temas con la ayuda de un extracto de mi novela de divulgación de macroeconomía:
Con un pan debajo del brazo – Macroeconomía novelada (A la venta en este blog)
El déficit estructural es el mal a erradicar
—Pero antes has dicho que el desajuste entre ingresos y gasto a veces es inevitable porque va unido al ciclo.
—Pero en el problema del incremento del endeudamiento es necesario tener en cuenta que existen distintos tipos de déficits y no todos igual de peligrosos.
—Explícate.
—Hay dos tipos de déficits —prosiguió Santiago dando un disimulado suspiro que denotaba cansancio—. Por un lado, el estructural, es decir, el que tendría el país si la economía se situara en su nivel potencial. Estaría provocado por políticas discrecionales o tipos impositivos y niveles de gasto desajustados. Por otra parte el cíclico, al que te refieres, que está causado por el estado concreto de la economía. Su causa recaería en el hecho de que en expansión los ingresos tienden a amentar y los gastos a moderarse o reducirse y en recesión lo contrario. La suma del déficit estructural y cíclico es el déficit real.
—¿Cuál de los dos es más importante? —preguntó Teresa cruzando las piernas y apoyándolas sobre el reposapiés.
—En 2010, ya muy avanzada la Gran Recesión, el déficit en los países desarrollados se repartía más o menos al 50 % entre estructural y cíclico, aunque con diferencia entre países. Mientras que en países como Estados Unidos y España el déficit estructural se situaba en torno al 70 %, en países como Irlanda este apenas sobrepasaba el 30 %.
—Supongo que el esfuerzo para la reducción del déficit debe centrarse en la parte estructural, dado que es la importante a largo plazo —comentó José.
—Claro, una reducción debida únicamente a la componente cíclica no nos aseguraría que el ahorro y la inversión perdurarían en el largo plazo. En España el superávit fiscal en 2007 llegó a ser del 2,2 %, el más alto en treinta años, pero ten por seguro que se debía al momento del ciclo y no a que estructuralmente las cuentas estuvieran equilibradas. Todo esto se puso de manifiesto cuando llegó la recesión y el déficit alcanzó el 12 % en 2009 y la deuda se elevó del 36% al 93% sobre el PIB entre 2007 y 2013.
—Entonces no siempre es fácil distinguir los dos tipos de déficit… —añadió Teresa, que mantenía sus manos apoyadas sobre su tripa de embarazada.
—Es muy común que los políticos, consciente o inconscientemente, los confundan e intenten apropiarse de los éxitos conseguidos, cuando a menudo la mejora se debe al ciclo económico. Pero no solo en España. También en Estados Unidos en 1996, el presidente Clinton se mostró como el principal artífice de la mejora en las cuentas fiscales, cuando la realidad era que la mitad de la reducción vino del lado del déficit cíclico.
—De todas maneras, por lo que has dicho que pasó en España desde 2007 a 2013, da la impresión de que la componente cíclica cada vez tiene más importancia en el déficit real total —añadió José.
—Desde 1970, en las economías desarrolladas este efecto se ha ido acentuando. Hace cuarenta y cinco años si la caída del PIB real respecto el potencial era de un 1 %, el incremento del déficit alcanzaba un 0,5 %. Sin embargo, en la actualidad la reacción del déficit se multiplica por más de dos. La razón hay que buscarla por un lado en el gran aumento de los estímulos automáticos y discrecionales, y por otro, en la dependencia de los ingresos fiscales de las plusvalías relacionadas con la Bolsa y mercado inmobiliario.
—Pero sea como sea, por lo que has dicho al principio, este creciente endeudamiento puede ser vital para el futuro de un país —añadió Teresa.
—Ya os he contado las múltiples ocasiones en que el aspecto fiscal fue trascendental para la historia. Los mandatarios del Pentágono no parecen ignorarlo. En 2011 señalaban el alto endeudamiento y el déficit público como uno de los principales riesgos para la seguridad de Estados Unidos. Ten en cuenta que la deuda en porcentaje sobre el PIB no había sido tan alta desde la Segunda Guerra Mundial. Las agencias de calificación no eran ajenas a esta realidad, y en abril de 2011 Standard & Poor’s rebajó las perspectivas de la deuda de Estados Unidos de estable a negativa, aunque mantuvo la máxima calificación de AAA. En cualquier caso parecía claro que el incremento del endeudamiento y del déficit había mermado la capacidad de Estados Unidos de implicarse en nuevas guerras para asegurar su posición en el mundo, y así lo percibían los altos mandos militares.
—Bueno, para eso se puso en funcionamiento el mecanismo de consolidación automática de las cuentas —añadió José.
—Claro. Todos parecían conscientes de que debía ponerse límite al endeudamiento y déficit, especialmente al estructural. Por esta razón se puso en marcha el sequestration. En el caso de que los demócratas y republicanos no se pusieran de acuerdo sobre los recortes a realizar se cancelarían los gastos de forma inmediata, incluidos los referentes a partidas de defensa. El objetivo era alcanzar una reducción de 1,2 billones de dólares antes de 2021.
—Reducir el déficit estructural debe ser doloroso y supone contraer el crecimiento. Además, según me explicaste, el efecto de reducción del gasto o incremento de impuestos se amplifica por la acción de los multiplicadores —continuó José.
—Así es. Medidas como el sequestration son muy dolorosas y la tentación de posponerlas en el tiempo es muy fuerte. En 2013 se estimaba que más de cien mil empleados en el sector de defensa perderían el empleo de haber entrado en vigor. Como acabas de decir la consolidación fiscal americana se presentaba como un problema difícil. Los analistas estimaban que retraería el crecimiento del PIB un 1,5 %, anual y una y otra vez se fue posponiendo. La crisis sobre la limitación del techo de endeudamiento de 2011 se resolvió, por enésima vez, como era de esperar: admitiendo endeudamientos adicionales bajo ciertas condiciones. La eliminación de beneficios fiscales de la era Bush conocida como el fiscal cliff también se acabó aplazando. En marzo de 2013 ya se comentaba que el sequestration se amortiguaría con la aprobación por parte del congreso de otros gastos públicos discrecionales.