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Un futuro por construir

El éxito de Belén.

Cuando las cosas salen mal, rematadamente mal, su sentido suele permanecer oculto, al menos en un primer momento y lo que celebramos estos días nos lo recuerda.

Estoy seguro que, como todas las mujeres a punto de dar a luz, la Virgen María prepararía la llegada de su hijo. Muy probablemente tendría algo de ropa, una cuna fabricada por San José, habría elegido el lugar de la casa reservado para el niño, quizás planearon alguna pequeña celebración para festejar el nacimiento…. Durante gran parte del embarazo pensarían que Jesús nacería en su casa de Nazaret, humilde, pero confortable para aquellos tiempos donde todo estaría bien planificado para acoger al recién nacido.

Pero como todos sabemos los planes de aquella familia se fueron al traste con el edicto del César Augusto. A pesar de todo, ya de camino hacia Belén José y María tendrían el anhelo de que lograrían volver de nuevo a Nazaret antes del parto, o en el peor de los casos, encontrar una posada digna donde pudiera nacer el niño. Pero ninguna de sus esperanzas se cumplió. En lugar de una casa limpia tuvieron que conformarse con un establo lleno de pulgas, arañas y cacas de animales. La cuna nueva y confortable la tuvieron que cambiar por un pesebre seguramente bastante asqueroso. Y de la tranquilidad del hogar de Nazaret tuvieron que pasar a la zozobra de la huida a Egipto y del riesgo de muerte para el niño y quizás también para los padres.

Todo salió mal, rematadamente mal, y nada según los planes que María y José habían proyectado.

Sin embargo, cualquier persona con un mínimo de sensibilidad se puede dar cuenta de que el nacimiento de Jesús en las circunstancias históricas en las que tuvo lugar cobró un sentido incomparablemente más profundo y luminoso que si se hubiera producido en la tranquilidad y relativa comodidad de Nazaret. De lo ocurrido en el establo de Belén todos podemos aprender mucho: ricos y pobres, poderosos y gente corriente, sabios e ignorantes… Pero quizás la lección nos hubiese resultado más difícil de asimilar si la cuadra se hubiera sustituido por la tranquila habitación de Nazaret.

Lo que saco de todo esto es que la eficacia de nuestros planes a veces no tiene relación con los medios materiales con los que contamos. Tampoco el mayor o menor sentido de nuestra vida tienen porqué guardar relación con el bienestar del que disfrutamos, o con la notoriedad cortoplacista de nuestras acciones. Por tanto, es lógica la conveniencia de evitar medir nuestros éxitos únicamente en unidades monetarias. Esto es algo que los que nos dedicamos a la economía debemos aceptar aunque para reconocerlo sea necesario un poco de humildad y amplitud de miras.

De todas maneras, una cosa es que los bienes materiales no sean lo más importante y otra muy distinta que no se los tenga que tener en cuenta para nada. Por eso, que nadie se líe, en 2017  seguirá siendo necesario que todos hagamos lo que este en nuestra mano para que unos cuantos puedan dejar el establo de Belén y volver a la casa de Nazaret. Además, si es posible, que vuelvan llenos de esos grandes, inmensurables, aunque quizás inicialmente poco conocidos éxitos como el de Belén.

¡Feliz Navidad y próspero 2017!

 

                                                         Este post se lo dedico a mi mujer que es otra Belén cargada de éxitos.

Este artículo tiene 2 comentarios

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  2. Javi Martínez

    Me ha gustado. Me voy a suscribir para leerte. Ánimo y gracias!

Agradezco tu comentario

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