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Con un pan debajo del brazoIntegracion globalMacroeconomía noveladaUn futuro por construir

La prudencia es parte de la solución para el mundo del mañana.

Extracto adaptado de «Con un pan debajo del brazo» – Macroeconomía novelada (A la venta en este blog)

Un mundo sin cohesión internacional puede ser un infierno, pero con ella los beneficios son muy números y fundamentales. La Unión Europea es una realidad inconclusa (ver Ser de pueblo o con mentalidad global, esa es la cuestión.”). Sin embargo ya cuenta con grandes logros económicos, y lo que es más importante, con 70 años de paz entre los países que la componen, lo cual no tiene parangón en la historia. ¿Pero cuáles son las disposiciones necesarias para lograr la integración? No hay una sola sino muchas; en las próximas publicaciones las iremos viendo. Por el momento nos centraremos en la prudencia.

Para que la integración internacional evolucione favorablemente los intervinientes deberán conocer y tener en cuenta en sus decisiones los distintos contextos histórico, culturales, sociales, económicos de los países implicados. La prudencia exigirá que el conocimiento se amplifique manejando un mayor grado de información sin perder el contacto con la realidad de cada región. En definitiva, las decisiones se tornarán más complejas y más necesitadas de prudencia.

Como se ha visto con la crisis del euro cada vez será más relevante, y de interés más global, el logro por parte de los distintos países de determinadas magnitudes macroeconómicas. Es el caso de la conveniencia de una estabilidad de las cuentas públicas, inflación controlada o del equilibrio de la balanza comercial. Pero ya hoy se percibe en el seno de la Unión Europea la necesidad de que la fijación concreta de niveles y plazos sea llevada a cabo con prudencia. Seguirá siendo necesario evitar excesivas tensiones que puedan degenerar en la marginación de poblaciones concretas y desembocar en conflictos o en la ruptura con los organismos supranacionales.

La política monetaria requerirá también buenas dosis de prudencia, en las zonas con tipo de cambio fijo, como la zona euro, para poder armonizar las distintas economías. Es preciso no olvidar la heterogeneidad que existía en 2013 entre países como Alemania con un paro del 7% y España y Grecia con un 26%. La prudencia exigirá que los dirigentes lleven a cabo medidas que tiendan a reducir estas divergencias entre países que pueden hacer inviable la unidad monetaria. Detrás de esta realidad subyace la necesidad de fomentar una mayor movilidad de trabajadores en Europa y, aún más difícil, a escala mundial.

La prudencia en la política monetaria exige tener en cuenta el impacto de las decisiones en el tipo de cambio y, por tanto, en el aspecto comercial. Sería deseable que tendieran a desaparecer las zonas con tipo de cambio variable, evitando el proteccionismo encubierto que supone una expansión monetaria que devalúa la moneda. Mientras existan, tendrán que considerar el impacto de sus políticas monetarias en terceros países.

Se requerirá prudencia para compaginar la ayuda a zonas afectadas por problemas preservando la cohesión de internacional, con la responsabilidad de cada país; la conveniencia de economías saneadas en lo que se refiere a sus cuentas públicas, balanza comercial, inflación, etc…, con los sacrificios que estos objetivos puedan suponer para los ciudadanos de estos países y sus repercusiones sociales y políticas; la firmeza que requieren unas normas políticas y económicas que deben ser comunes para la comunidad internacional, con la flexibilidad que en ocasiones exige su aplicación a casos concretos.

El futuro previsiblemente planteará una realidad más compleja que el pasado (Ver Da miedo un futuro basado sólo en el I+D+I.”). Una premisa básica para el ejercicio de la prudencia será que el mundo cuente con ciudadanos suficientemente formados para ser capaces de afrontar estos retos. La capacidad técnica y humana será una condición necesaria para que existan dirigentes prudentes en un mundo integrado.

Cuando finalizó la Primera Guerra Mundial habría sido muy conveniente algo más de prudencia a la hora de fijar fronteras en Europa. Hubiera sido deseable que se tuvieran en cuenta las diferencias lingüísticas, sociales, culturales, históricas, étnicas. Sin embargo, imprudentemente, en demasiados casos prevalecieron los intereses de los vencedores. Porque en ocasiones la falta de prudencia no recae únicamente en un error en el conocimiento, sino en una actuación que cierra los ojos a una parte de la realidad. La consecuencia fue la escalada de tensión precedente a la Segunda Guerra Mundial que vino de la mano de reivindicaciones fruto de la deficiente aplicación del principio de nacionalidades: el plebiscito del Sarre, la remilitarización de Renania, la anexión de Austria, y de los Sudetes… El ejercicio de la prudencia nunca ha sido fácil, pero en ocasiones de él dependen cosas muy importantes, como el inicio de una guerra mundial.

Extracto adaptado de “Con un pan debajo del brazo” – Macroeconomía novelada.

Próximamente a la venta en este blog.

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Libro Con un pan debajo del brazo