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Coordinacion Politicas monetarias y fiscales con portada
Con un pan debajo del brazoMacroeconomía novelada

¿Sabes cómo mitigan de forma natural los tipos de interés las contracciones fiscales?

Las políticas monetarias y fiscales tienen que estar coordinadas si se pretende que sus acciones beneficien a la economía. Esto, que es algo aparentemente evidente, no lo fue tanto para las autoridades económicas encargadas de gestionar la Gran Depresión. Sin embargo, en nuestros días existe un conocimiento mucho más profundo del modelo IS-LM y las implicaciones en políticas fiscales y monetarias. Sin duda este factor ha influido en que la Gran Recesión, que comenzó con más virulencia que la Gran Depresión, no acabase en una depresión tan profunda como la del 29.

Con el siguiente texto de mi novela de divulgación de macroeconomía voy a intentar explicar cómo las políticas fiscales y monetarias pueden coordinarse en beneficio de la economía en su conjunto. Veremos también algunos casos de éxitos y fracasos en este sentido.

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 Política fiscal y monetaria en el modelo IS-LM

—Te acodarás de que, según la teoría del multiplicador, una reducción del gasto público contraía la demanda según la expresión ΔG/(1 – PMC), donde ΔG es la reducción del gasto. Pero con la caída de la demanda agregada, también disminuía el número de transacciones y necesidades de efectivo; se acudirá a los bancos a depositar dinero, los bancos notarán que les sobran fondos, bajarán las remuneraciones de las cuentas y los tipos de interés exigidos a las inversiones y, por último, aumentará la inversión. Los efectos de la reducción del gasto, por tanto, se verán en parte mitigados por el aumento de la inversión.

—Pero ya me dijiste que dependiendo de cómo fuese la política monetaria los efectos serían unos u otros —añadió José mientras pasaba la fuente de pollo a su padre.

—Efectivamente, las consecuencias de una política fiscal podrán ser amplificadas o amortiguadas. Si ante una restricción fiscal el banco central se empeña en mantener los tipos de interés reduciendo la oferta monetaria, los efectos amortiguadores provenientes de la caída de tipos no se producirán y por tanto la reducción de la demanda será mayor.

—¿Y qué podrá hacer el banco central para atenuar una política fiscal restrictiva?

—Si su objetivo es mantener constante la producción tendrá que expandir tanto la oferta monetaria como para que la reducción de tipos de interés compense totalmente la restricción fiscal. Dicho de otra manera: el aumento de la cantidad de dinero deberá ser suficiente para que la caída de tipos de interés provoque un aumento de las inversiones capaz de compensar el efecto contrario de la reducción del gasto.

—Pero las políticas económicas se aplicarán con sentido para no duplicar los daños…

—No creas que ha sido así siempre —continuó Santiago mientras cortaba con el cuchillo un trozo de pollo—. La Gran Depresión fue un ejemplo del mal empleo de las políticas económicas. Además, constituyó un momento muy adecuado para probar la teoría del modelo IS-LM. Algunos atribuyen el desastre económico a una contracción de la demanda de bienes y servicios (a la parte IS). Las posibilidades en este sentido son muchas y no excluyentes. Por un lado, la caída de la Bolsa mermó el patrimonio de los ciudadanos. La consecuencia fue una contracción del consumo y aumento del ahorro. Por otra parte, las inversiones en construcción habían crecido desmesuradamente durante los años veinte, y cuando se hizo patente se frenaron en seco. Además, las miles de quiebras bancarias afectaron a la inversión, dado que los bancos son los principales proveedores de fondos. Por último, en medio de una enorme depresión económica, el Estado subió los impuestos y redujo el gato público para equilibrar los presupuestos. Entonces se consideraba un objetivo prioritario, pero suponía una fuerte medida contractiva en una situación en la que hubiera sido deseable lo contrario.

—¿Y la política monetaria no fue, entonces, más acertada?

—¿Quieres que te sirva un poco más? —interrumpió Santiago.

—Sí —respondió José mientras acercaba la fuente.

—Tampoco. Desde el punto de vista monetario las cosas fueron peor todavía. Algunos economistas, entre los que se encuentra Milton Friedman y Anna Schwartz, achacan las principales causas de la depresión al mercado monetario más que al de bienes y servicios (parte LM). La explicación es que una contracción de la oferta monetaria del 25 % puso al país en deflación, los tipos de interés reales (descontado el efecto de los precios) subieron del 6 % en 1929 al 13 % en 1931, con lo que la inversión se contrajo, afectando al mercado de bienes y servicios.

—¿Y por qué ocurrió todo esto?

—En la década de 1930, todavía estaban muy frescas las experiencias hiperinflacioncitas de países como Alemania. De esta forma, se vieron como opciones demasiado arriesgadas los experimentos monetarios para contrarrestar la crisis, así como posibles expansiones fiscales que desequilibraran los presupuestos. En definitiva, se optó por una resolución de los problemas según los patrones de la economía clásica, cuando las hipótesis sobre las que se basaba —principalmente la flexibilidad de salarios— ya no eran válidas. Los países como Gran Bretaña, que en 1931 decidieron romper con el patrón oro y realizar políticas monetarias expansivas reduciendo sus tipos de interés y devaluando sus divisas, tuvieron unos resultado más positivos que los que no lo hicieron.

—Pero en la última crisis las reacciones han sido muy distintas —dijo José levantándose a recoger los platos.

—Tanto en las crisis del 73, 82, 92 como la de 2008, la FED reaccionó con el fin de atenuar los efectos, presionando los tipos de interés a la baja. Por su parte el Tesoro redujo el tipo impositivo a la vez que expandió el gasto.

—De todas maneras la depresión del 29 debió ser especial…

—En 2008, las variaciones en las principales variables macroeconómicas en el primer año y medio de crisis fueron muy similares a las de 1929. Pero en el siglo xxi el mundo era completamente diferente y ya no se produjeron los errores del 29 en política fiscal, monetaria y comercial. Se había implantado el estado del bienestar en los países desarrollados. Al contrario que en el 29, en 2008 todos ellos tenían sistemas impositivos progresivos y subsidios de desempleo que constituían mecanismos de estabilización automáticos. Cuando caía la producción del país y se generaba desempleo, aumentaban los subsidios y bajaban los impuestos. De esta forma, la renta disponible de las personas se reducía en mucha menor medida y la caída de la demanda se suavizaba.

—¿Y en política monetaria las cosas también fueron mucho mejor?

—Sí. ¿Quieres un yogur de postre?

—No, gracias.

—Los bancos centrales —continuó Santiago— reaccionaron con rapidez (aunque la FED fue mucho más ágil que el Banco Central Europeo) e inundaron los mercados de liquidez expandiendo la oferta monetaria. Estados Unidos bajó rápidamente los tipos de interés desde el 5,25 % al 1 %. Además, suministró liquidez ilimitada a los bancos y recapitalizó con dinero público a entidades financieras con problemas evitando quiebras en cadena y el colapso del sistema. ¿Quieres un café?

—Sí, voy a hacerlo.

—Tráeme uno a mí también.

—¿Y en política comercial también mejoraron las reacciones?

—Muchísimo. La oleada de proteccionismo que se produjo en los años treinta no volvió a darse en el 2008. Gracias a las reuniones de los principales países en el recién creado G20, las barreras arancelarias y la desintegración comercial pudo evitarse.

—De todas maneras recuerdo que el verano de 2010 fue nefasto para la academia. El pago de las nóminas de los profesores comenzó a retrasarse. Al principio fueron solo unas semanas, pero en noviembre de aquel año llegaron a acumularse hasta tres meses.

—El ambiente en la escuela sería horroroso.

—No te lo puedes imaginar. La calidad de la enseñanza bajó muchísimo y el descontento de los alumnos aumentó. Las valoraciones de los profesores y de las clases ya ni se hacían porque no tenían sentido en una escuela que no podía pagar los sueldos a sus empleados. Sin embargo, algunos hablaban de que, después de todo, en 2010, gracias a las políticas fiscales y sobre todo monetarias, parecía que había pasado lo peor de la crisis. Aquello de que la recesión podría haber sido todavía más profunda era algo que no me consolaba.

—¿Y qué hiciste?

—A la desesperada, intenté hablar con Íñigo para que invirtiera algún dinero para poder reflotar la escuela, pero pareció no darse por enterado: tenía otras opciones mejores donde invertir su dinero… ¿Pero realmente las políticas económicas son capaces de cambiar tanto las cosas?

Santiago dio un sorbo a su café y continuó:

—Ya sabes que la crisis de 2008 comenzó con variaciones similares en muchos indicadores a la de 1929, aunque con aspecto más grave por su mayor extensión. El primer año y medio, las Bolsas cayeron porcentajes muy similares en las dos recesiones. Sin embargo, en 2008 el deterioro pudo frenarse gracias a las distintas respuestas en política económica, de manera que si en la depresión del 29 la caída del PIB de Estados Unidos fue del 25 %, en 2009 se quedó en un 3 %. Esto no es mucho consuelo para el que se ha quedado en la calle, pero también es verdad que las cosas hay que juzgarlas con perspectiva y a largo plazo.

Después de recoger la mesa José se despidió de su padre y le agradeció la comida. Quedaron en llamarse para la siguiente lección.

Agradezco tu comentario

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